jueves, 28 de febrero de 2013

Tommie Smith, un saludo para la posteridad


El año 1868 se abolía oficialmente la esclavitud en los Estados Unidos de América. Era la primera medida de Abraham Lincoln como presidente tras el final de la Guerra de Secesión: cuatro años de conflicto entre norte y sur, entre abolicionistas y proesclavistas, que terminó con la victoria y la 'Unión' de ambos territorios después de la declaración unilateral de independencia proclamada por los estados del sur (confederados) antes de iniciarse una de las guerras civiles más famosas de la historia moderna el año 1861.


La inmensa mayoría de los esclavos era de raza negra y trabajaba en plantaciones o al servicio de sus amos; llamados comúnmente afroamericanos, aquella enmienda número 13 que había añadido Lincoln en la Constitución de los Estados Unidos significaba para muchos de ellos sentirse libres por primera vez en su vida. Pero el contenido de aquella ley, que resaltaba la 'igualdad entre hombres y razas' y la libertad absoluta para todos los ciudadanos del país, sin importar su origen o procedencia, terminaría, a la postre, convirtiéndose únicamente en una formalidad burocrática.


103 años después, más de un siglo transcurrido desde ese capítulo de la historia de los Estados Unidos, en el Estadio Olímpico Universitario de la ciudad de México DF el atleta estadounidense Tommie Smith alzaba el puño cubierto por un guante negro mientras retronaba el The Star-Spangled Banner (himno del país) en el graderío tras la entrega de la medalla de oro que lo acreditaba como vencedor de la prueba de los 200m libres. A su lado, el también norteamericano John Carlos levantaba su puño izquierdo, teñido también de color carbón, formando una de las imágenes más famosas y recordadas de la historia de los Juegos Olímpicos modernos.




Tommie Smith nació y creció empapándose de la discriminación y la segregación racial a la que estaba sometida la población de raza negra aun habiendo transcurrido más de 100 años desde la abolición de la esclavitud y la declaración de igualdad. Séptimo de 12 hermanos, Tommie vio como sus padres se deslomaban día sí día también, de sol a sol, en una plantación de algodón en Texas, su lugar de nacimiento, junto con cientos de hombres y mujeres afroamericanos más para poder dar de comer a sus hijos. La única diferencia existente entre aquella estampa y la que se hubiera vivido si viajáramos un siglo atrás en el tiempo era que ahora los recolectores no recibían latigazos para aumentar la producción y que se ganaban un pequeño jornal, que tampoco había provocado que su nivel de vida superara en exceso al de antaño.


En el marco de un país que proyectaba al mundo una imagen de modernidad, del 'sueño americano', de ser un ejemplo en todos los ámbitos, no dejaba de ser sorprendente que aún existieran locales de uso exclusivo para personas de raza blanca, o que entraras en un restaurante y estuviera señalado con un cartel dónde tenía que sentarse la gente de raza negra y dónde podía hacerlo la de raza blanca. Pero algo estaba cambiando. La sumisión y el conformismo ya hacía un tiempo que estaban dejando paso al sentimiento de repulsa y de rebelión. Los afroamericanos presenciaban impertérritos como la Guerra del Vietnam se llevaba a sus jóvenes a una muerte casi anunciada mientras en las calles continuaba la segregación y se les seguía menospreciando.




El joven Tommie Smith, que se había trasladado a California con su familia en busca de un mejor porvenir lejos de la dureza y las condiciones de las plantaciones texanas, no era ajeno a estos aires reivindicativos de cambio. Estaba desarrollando un físico portentoso y muy pronto empezó a destacar en el Instituto (o College, como le llaman los norteamericanos) en casi todas las disciplinas del atletismo. Esa habilidad deportiva le permitió conseguir algo que era poco menos que una utopía para un joven afroamericano de su condición: acceder a la universidad.


El periodo universitario fue el que cambió de verdad la forma de ver las cosas y de involucrarse en ellas a Smith. En todas las universidades del país se estaban cociendo programas de apoyo a la igualdad, de rechazo a la discriminación racial, y los jóvenes, no sólo los afroamericanos, que eran pocos, eran el pilar y el principal impulso de estos movimientos reivindicativos. Además, las noticias sobre el 'apartheid' en Sudáfrica y la aparición de personajes de peso dentro de la lucha contra la discriminación racial como Malcolm X, que espoleó a la gente de raza negra a luchar por sus derechos, hicieron que el clima se tornara cada vez más tenso.




Aceptado en la Universidad de San José State, Tommie desarrolló aún más su físico gracias a la preparación que ofrecía una de las universidades que contaba con mayor número de promesas deportivas del país, sobre todo en el ámbito del atletismo. Pero a la vez que Tommie definía su cuerpo para llegar a lo más alto, en su interior también estaba desarrollando otro tipo de cambio. Se unió a distintos movimientos antirracistas y decidió secundar el proyecto promovido por el sociólogo Harry Edwards, profesor de su universidad. Se trataba del Olympic Project for Human Rights (OPHR) y se gestó con el objetivo de luchar contra la segregación racial mediante el deporte.


Smith apoyó el proyecto junto con otros deportistas de élite en ciernes de renombre. Entre los más activos se encontraba Lewis Alcindor, que más adelante pasaría a ser conocido como Kareem Abdul-Jabbar, tras su conversión al islam. Corría el 1967 y el OPHR se estaba planteando boicotear los Juegos Olímpicos del año siguiente. Finalmente, una serie de circunstancias, entre las que se encontraba la renuncia al cargo del reconocido racista y presidente del COI Avery Brundage, hicieron que aparcaran esa idea.


Llegó el mes de octubre de 1968 y con él los Juegos Olímpicos, que ese año se disputaban en México DF. Tommie Smith era el gran favorito en la disciplina de los 200 metros libres . Venció sin paliativos y pulverizando el récord del mundo, siendo el segundo atleta en toda la historia en bajar de los 20 segundos. El australiano Peter Norman finalizó segundo y su compañero y amigo John Carlos lo hizo en el tercer cajón del podio. Carlos y Smith habían hecho una promesa antes de la carrera y decidieron cumplirla, aun sabiendo que su carrera deportiva podía terminar en ese mismo momento. Iban a portar dos guantes negros como símbolo de la lucha antirracista del 'Black Power' en el momento de recibir las medallas, luciendo el chándal de los Estados Unidos y con el himno de las 'barras y estrellas' de fondo. Informaron a Norman de lo que se disponían a hacer y éste, concienciado también con la segregación existente en Australia, aceptó lucir el emblema de la OPHR en el pecho.




“Por mi cabeza pasó desde no conseguir trabajo hasta la necesidad de decir algo porque creía en ello. Puedes correr pero no esconderte, y todo eso es parte de lo que creía entonces y todavía creo”. Estas fueran las palabras que utilizó Tommie Smith para responder a la pregunta sobre qué pensaba mientras mantenía el puño alzado en el podio. Con la mirada pegada en el suelo, conscientes del momento histórico que estaban protagonizando, Carlos y Smith defendieron hasta las últimas consecuencias sus ideales, conscientes mientras sonaba el himno estadounidense de que probablemente sería la última vez que lo escucharían encima de un podio.




Efectivamente, se les crucificó. Fueron expulsados automáticamente de los Juegos por el COI, que envió un ultimátum al equipo norteamericano. La sociedad norteamericana les dio la espalda y se convirtieron en mártires para el colectivo afroamericano. Con el tiempo, aún así, aquel oro olímpico de Tommie Smith sería reconocido como uno de los momentos más especiales en esta relación eterna, inseparable, entre deporte e igualdad; un saludo que quedaría para la posteridad.

viernes, 15 de febrero de 2013

Juventus 2002-03: un equipo de ensueño con final trágico

Afirmar que el 'calcio' no atraviesa su mejor momento no es ninguna osadía. Que dentro del naufragio general la Juventus es de lo poco salvable, tampoco. Repasando una a una las plantillas de las 'squadras' del campeonato doméstico del país transalpino es imposible que no te invada la nostalgia recordando lo que había llegado a ser, no sólo a nivel de jugadores o de equipos imponiendo su ley dentro del fútbol europeo y a nivel de selecciones, sino por su atmósfera, por el seguimiento, por su grandeza y el respeto que imponían sus equipos cuando viajaban a lo largo del viejo continente, esparciendo su hegemonía allá por donde pasaban.

Pues bien, dentro del gran aura que llegaron a formar los conjuntos italianos y que ahora se esfuerzan por volver a recuperar, me he detenido en la temporada 2002-03 y, más en concreto, en una de las plantillas más temibles y laureadas de la historia del fútbol italiano, la Juventus del legendario Marcello Lippi. Seguramente no es una plantilla que vaya a ser recordada por la estética de su juego ni por la permisividad y el 'fair play' de sus defensores, pero sí por su solidez, su efectividad y su juego colectivo.



Aquella temporada, Marcello consiguió mantener el bloque que se alzó la campaña anterior con el 'scudetto'. Eso significaba mantener como buque insignia a un ya suficientemente maduro Alessandro Del Piero (28 años), seguir contando con un semidesconocido centrocampista checo que había aterrizado el pasado curso en el equipo llamado Pavel Nedved, disfrutar otro año del ariete cada vez más consolidado David Trezeguet, complemento ideal de Del Piero, y de conservar a la infantería, verdadera pieza angular para Lippi, formada por los Zambrotta, Tudor, Iuliano, Davids, Pessotto, Buffon y un largo etcétera...



Los 'bianconeros' encaraban esa edición de la Champions después de caer con estrépito la campaña anterior en la segunda fase de grupos de la máxima competición continental y con el orgullo herido para intentar lavar la imagen en Europa (no en Serie A, donde afrontaban el curso como vigentes campeones). Encuadrados en un grupo no especialmente complicado, con la presencia de algunos conjuntos que sería impensable ver ahora disputar partidos de Champions (casos de Feyenoord y Newcastle), finalizaron primeros, destacando una sonora goleada conseguida en Delle Alpi por 5-0 ante el Dynamo Kíev, con doblete de Marco Di Vaio incluido. Por cierto, en aquel Newcastle, más allá del gran emblema Alan Shearer, jugaban otros jugadores míticos como el congoleño Lualua o el recientemente fallecido Gary Speed.

Después de ese 'trámite' inicial y marchando viento en popa a por el 'scudetto', los pupilos de Lippi quedaron encuadrados en un grupo cuanto menos exótico, junto con uno de los equipos de moda en Europa, el Deportivo de la Coruña de Fran, Naybet, Donato, Mauro Silva, Diego Tristán y compañía (capítulo aparte merece aquel mítico equipo, por cierto), un histórico como el Manchester United y una 'perita en dulce' (que luego resultó estar mucho más madura de lo que se esperaba), el Basilea. Los de Alex Ferguson no tuvieron demasiados problemas en imponerse como primeros de grupo, batiendo además a la Juve en ambos enfrentamientos (inclusive un doloroso 0-3 en Delle Alpi). Finalmente, los de Lippi consiguieron el pase gracias al 'goal average' después de un sorprendente triple empate con Basilea y Deportivo.



A partir de ahí el camino iba a ser aún más espinado...La eliminatoria de cuartos de final...Bueno esa seguro que no la han olvidado los aficionados culés! Tras el empate a uno en Delle Alpi, con gol crucial para el Barça de Saviola en los últimos compases del partido, igualando el tanto inicial de Montero, las cosas pintaban bastante mal para los 'bianconeros'. Obligados a marcar en la vuelta en el Camp Nou y transcurridos 50 minutos en los que el Barça estuvo rozando el gol en más de una ocasión, Pavel Nedved, en una magnífica acción personal con la defensa como mera espectadora, hacía subir el 0-1.

Los locales se rehicieron con un tanto de Xavi, gracias al cual forzaron la prórroga. Ese tiempo extra quedará siempre en la retina de los culés como uno de sus recuerdos más amargos, mientras que los 'tiffossi' turineses lo guardarán en VHS entre sus tesoros más preciados. Cuando todo el mundo pensaba ya en la lotería del punto fatídico, un centro perfecto y medido desde la derecha de Birindelli lo enviaba al fondo de las mallas uno de los verdugos oficiales de la historia barcelonista, el uruguayo Marcelo Zalayeta. Dejó helado al Camp Nou y a su equipo en semifinales.



La cosa se ponía muy seria. El rival, un Madrid plagado de estrellas, entre ellas un Zinedine Zidane que se veía las caras con el equipo en el que había maravillado y triunfado hacía dos temporadas. La ida se jugaba en Madrid. Ronaldo adelantó a los blancos, pero Trezeguet marcaba 'el tanto', el de la tranquilidad para Lippi, el que aseguraba vida para la vuelta en Turín. Aún así, el gol de Roberto Carlos dejaba a los capitalinos con una ligera ventaja.

En la vuelta, la Juve, obligada a marcar, salió decidida a por el objetivo: en el minuto 12 Trezeguet se adelantaba a Esteban Cambiasso tras cesión de Del Piero y hacía subir el primero en el marcador. Antes del descanso, Del Piero, después de una gran acción partiendo desde la izquierda, marcaba el segundo y obligaba a los blancos a marcar. El éxtasis no llegó hasta el 73', cuando Nedved enganchaba una volea marca de la casa para batir a Casillas y hacía estallar en júbilo a una abarrotada (creo que no he vuelto a ver Delle Alpi con ese aspecto) grada del feudo juventino. Zidane hacía el gol del honor en la que otrora había sido su casa para sellar el 3-1 definitivo.



En la final esperaba un Milan con una trayectoria cuanto menos curiosa en esa edición de la Champions. Los de Carlo Ancelotti habían accedido a la Liga de Campeones después de superar una agónica fase previa contra el Slovan Liberec, lo que dio aún mayor valor al desenlace de aquella noche en Old Trafford, inigualable escenario para levantar un título. No debemos olvidar el triple gustazo de aquella Champions para los 'rossoneri', que dejaron a su archirival ciudadano, el Inter, en la cuneta en semifinales, merced a un providencial gol de Shevchenko en la vuelta en el Giuseppe Meazza, que neutralizaba el de Obafemi Martins tras el 0-0 en la ida en San Siro.

Entrando de lleno en la final, poca cosa se puede exprimir de lo que se vivió a lo largo de los 90' reglamentarios y los 30 de tiempo extra. El 'catenaccio' prevaleció en Manchester aquella noche como protagonista único; pareció un duelo de conservadurismo Lippi-Ancelotti, de ajedrez, donde arriesgar y apostar fuerte no entraba en los planes de nadie. Y claro, eso conlleva jugarse el todo por el todo en una tanda de penalties, seguramente la manera más cruel e injusta de decidir quien se alza campeón después de 9 meses de competición y de sortear rivales, cada cual más duro y correoso.



Y ahí la suerte le dio la espalda a la Juventus. De cinco penas máximas, los de Lippi sólo fueron capaces de anotar dos. Por el bando milanista, que también erró dos, Shevchenko se vistió de héroe y marcó el definitivo, el que otorgaba la vitola de campeón al Milan y dejaba uno de los mayores sinsabores de su historia a la Juventus de Turín...Los turineses se tomaron su venganza en la Serie A, donde se impusieron con facilidad, pero el regusto agridulce con el que terminarían ese año perduraría hasta este misma temporada, alargándose ya la sequía de títulos europeos 18 años.



Ante lo poco que dieron de sí los 120' de juego, aquí tenéis como se dio el cruel desenlace en los penalties...Triunfó Dida, cayó Buffon (cosas extrañas que tiene esto del fútbol):




viernes, 1 de febrero de 2013

Mónaco, de la vida principesca a reinventarse en la Ligue 2

El mundo del fútbol está lleno de historias efímeras. De equipos y jugadores que han conseguido llegar a lo más alto, pero han visto como la vida en la cumbre es harto difícil de mantener, más aún tratándose de conjuntos pequeños, carne de profanamiento por parte de los peces gordos, algo predecible y hasta comprensible (aunque sé que me arriesgo a que los seguidores de los clubes con menos tirón dejen automáticamente de leer estas líneas), puesto que esto que nos apasiona y marca nuestro ritmo de vida no deja de ser un producto al fin y al cabo.

El caso del Mónaco resulta bastante curioso, y hasta atípico, puesto que tachar de 'humilde' o 'equipo pequeño' a un club que representa a una de las regiones más ricas y glamurosas del mundo no deja de ser un tanto tendencioso, pero lo cierto es que dentro del 'circo' del fútbol el Mónaco representa una parte prácticamente insignificante. Ganan peso estas palabras viendo su situación actual, disputando sus partidos en el Louis-Dugauguez de Sedan o en el Stade Parmesain de la ciudad de Istres, en la preciosa provincia de Alpes-Costa Azul. La segunda categoría de un ya de por sí desvalorizado campeonato nacional francés.



Pero hubo un tiempo, no muy lejano, en el que en Mónaco no sólo se disfrutaba de una vida principesca en su costa plagada de los yates más lujosos del mundo, en su Gran Casino o en el Palacio Principesco, residencia de la realeza monegasca. Un tiempo en el que un estadio con nombre de rey eterno, el Louis II, acogió entre sus pequeños y coquetos muros partidos del más alto nivel mundial. El sueño empezaba la temporada 2002-03, cuando en la plantilla del AS Mónaco se reunieron un puñado de jugadores jóvenes, algunos totalmente desconocidos y otros con un gran porvenir por delante, pero sin haber demostrado nada aún. De esta forma, los Giuly, Nonda, Plasil, Prso, Rafael Márquez, Patrice Evra o Squilacci navegaban al son de un comandante novato, con un nombre inmaculado como jugador en el fútbol francés y europeo, pero con todo por demostrar y recorrer en los banquillos, Didier Deschamps. 



Después de cuajar una magnífica campaña, luchando por el campeonato contra el gran Lyon (que se alzaría con cinco ligas consecutivas), finalizó en segunda posición, con el congoleño Shabani Nonda como máximo artillero con 26 goles y con Prso y Giuly dentro del top-10 de goleadores, con 12 y 11 goles respectivamente. Los monegascos jugarían la próxima edición de la Liga de Campeones, se lo habían ganado a pulso y no iban a desaprovechar la oportunidad.

Con pequeños, pero significativos, cambios en el equipo, como el traspaso de Rafa Márquez al Barcelona o la llegada de Fernando Morientes en caldidad de cedido por el Real Madrid, el Mónaco afrontaba una de las temporadas más apasionantes de su historia. El camino en Europa no podía empezar mejor: después de quedar encuadrado en un grupo bastante asequible, con Deportivo, PSV Eindhoven y AEK de Atenas, consiguió finalizar como primero, incluyendo un antológico 8-3 (hasta ahora nadie ha superado esa cifre en un partido de Champions) en casa frente a los coruñeses con un póker de goles del croata Dado Prso. 



En octavos de final esperaba un Lokomotiv de Moscú que había terminado segundo en su grupo por detrás del Arsenal. Los rusos, liderados por Loskov y el exrealista Dmitri Khohklov, vencieron al conjunto de Deschamps en la ida en Moscú, pero los del Principado dieron la vuelta a la eliminatoria e hicieron bueno el 2-1 que marcó Morientes en un Estadio Lokomotiv nevado; próximo asalto: el Bernabeu. Y allí Morientes se cobró su 'pequeña' venganza, ya que su diana en la derrota por 4-2 en la ida fue crucial para que, con un 3-1, consiguieran dejar en la cuneta a todo un campeón de Europa dos ediciones anteriores. 

Tan sólo el Chelsea se entrometía ya en el imparable camino de los de Deschamps hacia la gran final de Gelsenkirchen. La eliminatoria, en líneas generales, resultó más plácida que la anterior. Pese a jugar la vuelta en Stamford Bridge, el marcador de la ida en el Louis II, con goles de Morientes, Prso y un Nonda que reaparecía tras estar siete meses lesionado, dejaba buenos presagios. Hernán Crespo daba esperanza a los 'blues', entrenados por aquel entonces por Claudio Ranieri (curiosamente ahora entrenador del equipo en Segunda). En la vuelta, los tantos del danés Gronjkaer y Lampard daban el pase momentáneo al Chelsea y ponían el miedo en el cuerpo a los visitantes. Aún así, el gol de Ibarra tranquilizaba a los visitantes, que veían como el gran sueño de disputar la gran final se hacía realidad con la sentencia, de nuevo, de Fernando Morientes.



Llegaba la gran final y en ella esperaba un Oporto que se había transformado en el equipo de moda. Con un técnico bastante desconocido ('bastante' porque venía de ganar la UEFA la temporada anterior), traductor de Bobby Robson en su etapa en el banquillo del Barça. Alenitchev, Deco, Maniche, Costinha, Bosingwa, Ricardo Costa, Ricardo Carvalho, Helder Postiga, Derlei...Nombres que ahora nos suenan muchísimo pero que por aquel entonces se empezaban a dar a conocer con un Oporto que haría historia. Lo que no tuvo historia fue el duelo en Gelsenkirchen; sólo existió un equipo en el terreno de juego y ése fue un Oporto que, literalmente, lo bordó. Consiguió minimizar al Mónaco, que fue incapaz siquiera de rematar a puerta. El sueño, todo el camino recorrido por Deschamps y los suyos no podía ser culminado con la guindilla final. Pero, como se dice vulgarmente, que les 'quitaran lo bailao'. Habían hecho historia para su club, para el fútbol francés y para ellos mismos. Y eso ya no lo olvidarían jamás...



Triste es ver ahora al Mónaco en la Ligue 2. Primer clasificado después de ser comprado por un magnate ruso, que ha conseguido atraer al Principado a algunos jugadores de cierto renombre en el fútbol francés, busca desesperadamente recuperar algo del prestigio perdido tras aquella estratosférica hazaña. El Louis II y la alta sociedad monegasca anhelan volver a acoger encuentros y fútbol de primer nivel, acorde con entorno de tintes principescos más propio de un cuento de hadas que de la vida real...

Os dejo el que probablemente pase a la historia como el mejor partido de la historia del AS Mónaco, para sentarse y disfrutar de un partido Champions 100%!


viernes, 25 de enero de 2013

Chris Copeland, de L'Hospitalet al parqué del Madison Square Garden

Hay historias que parecen estar destinadas a terminar dulcemente; también es cierto que representan un pequeñísimo porcentaje los cuentos de la vida real que acaban felizmente, mientras que la mayoría de los que se estrellan o finalizan en tragedia o, simplemente, sin pena ni gloria jamás llegarán a nuestros oídos. Es comprensible, puesto que las historias que venden, las que nos gusta escuchar, leer o sentir, son las que nos dejan un buen sabor de boca y en las que nos gustaría vernos reflejados, formando parte del reparto, concediéndonos la categoría de héroes, porque en nuestra imaginación el casting y la distribución de papeles los hacemos nosotros, sólo faltaría...

Nuestra 'ball-storie' de hoy, ya os lo puedo avanzar, termina bien (al menos hasta el momento en que se están escribiendo estas líneas, toquemos madera). Cómo no, partimos desde el país de las oportunidades, de las historias inverosímiles, de los sueños hechos realidad. Chris Copeland nació un 17 de marzo de 1984 en la ciudad de Orange, dentro del distrito de Nueva Jersey. Chris despuntó desde joven en el arte del baloncesto y recibió una beca para estudiar en la Universidad de Colorado (donde creció y se formó como jugador Chauncey Billups). Tras finalizar su periplo en la universidad, Copeland no hizo méritos suficientes (o así lo decidieron los organizadores del Draft) para formar parte de la distinguida elección de jugadores que tendrían acceso a poder jugar en la mejor liga de baloncesto del mundo la campaña 2007-08. Ese verano, el '4' estadounidense había empezado a jugar en la famosa Liga de Desarrollo (D-League), donde se foguean cientos de jugadores esperando ansiosos una oportunidad para poder demostrar su valía en la NBA. Después de jugar a lo largo del verano de 2007 para los Fort Worth Flyers (Texas), y tras comprobar que parecía del todo improbable que le lloviera del cielo una buena oferta, decidió dar el paso más duro para un jugador norteamericano: dar el salto a Europa.




La segunda parte de su ya no tan efímera carrera como baloncestista (recordemos que cuenta ya con 28 años de edad) se desarrolla en el otro lado de 'su' Atlántico. El CB Rosalía de Castro, equipo gallego que por aquel entonces militaba en la LEB oro (2ª categoría del baloncesto español), se hizo con sus servicios, pero a última hora el CB L'Hospitalet, conocido por contar con una de las canteras más prolíficas del básquet español, consiguió que se enrolara en sus filas. En L'Hospitalet dicen que nunca terminó de adaptarse y, de hecho, no duró ni una temporada con el conjunto barcelonés. Su próximo destino: el Matrixx Magixx de la ciudad de Nimega (Holanda). Después de esta exótica y desconocida (imposible conseguir datos de su paso por este extraño equipo de la primera división neerlandesa) experiencia, la carrera de Copeland pareció dar un vuelco que terminaría siendo imparable.

El Trier, un humilde club de la primera categoría alemana (Bundesliga) decidió entonces apostar por él. Allí empezó a desenvolverse con soltura y a cuajar su mejor nivel de juego. En las dos temporadas completas que pasó en Trier (según dicen, la ciudad más vieja de Alemania, fundada el año 16 antes de Cristo y fronteriza con Luxemburgo) promedió 15 puntos y casi cinco rebotes por partido. Eso hizo que el Generali Okapi Aalstar, uno de los conjuntos más laureados de la liga belga, se fijara en él para abanderar un proyecto a corto plazo. Y vaya si lo hizo el bueno de Chris: en las dos campañas que permaneció en el baloncesto belga, promedió casi 19 puntos y seis rebotes por partido y colaboró en gran medida para conseguir el que sería primer título de su carrera: la Copa de Bélgica.

La tercera y hasta ahora última fase de su crecimiento y asentamiento deportivo llegó este verano. Chris decidió foguearse y seguir entrenando duro de nuevo en la D-League (cinco años después de haberlo hecho por primera vez tras dejar la Universidad de Colorado). Esta vez sí fueron bien las cosas: Copeland ya no era aquel joven inmaduro de Nueva Jersey, la experiencia en Europa le había aportado mucho más equilibrio y serenidad y ahora no iba a desaprovecharlo. Promediando 13,8 puntos (máximo del equipo) en apenas 22 minutos de juego, los Knicks decidieron invitarlo a entrenarse con el equipo y a hacer la pretemporada. Promedió 15 puntos por encuentro a lo largo de los partidos de preparación (inclusive una antológica actuación frente a los Celtics, a los que endosó 34 puntos). Sus actuaciones convencieron a Mike Woodson, que decidió otorgarle la 15ª y última ficha que podía dar de alta el equipo.


Pese a tener 28 años, Copeland no se libró de las típicas novatadas que reciben los 'rookies'

Su corta trayectoria hasta ahora en la NBA no podría ir mejor. Promedia casi siete puntos por partido, consiguió meterle 29 puntos a Houston en un partido y ya ha salido en el quinteto titular en más de una ocasión, aprovechando la baja eventual de Carmelo Anthony. En Nueva York ya se hacen eco de la eclosión de este desconocido baloncestista de Nueva Jersey (http://www.ibtimes.com/sportsnet/new-york-knicks-news-after-jeremy-lin-steve-novaks-emergence-chris-copeland-may-be-knicks). Además, en la prensa de la Gran Manzana empiezan a cuestionar si el 'cañonero' Steve Novak debería ir por delante de él en las rotaciones, puesto que, según anuncian distintos portales norteamericanos, "no sólo aporta tiro exterior, sino que defiende con intensidad, rebotea y entra con decisión a canasta".



En cualquier caso, la de Copeland es otra historia llena de baches, de desencantos, de tener que desviarse del camino 'triunfal' obligado por las circunstancias para poder volver, aunque sea por la puerta de atrás, y recibir el reconocimiento que merece el enorme esfuerzo y sacrificio realizados...



Y, como siempre, ahí va el vídeo de la carta de presentación de Chris en la mejor liga de baloncesto del mundo!!


lunes, 21 de enero de 2013

Sankt Pauli, fútbol y anhelos de libertad

Cada equipo tiene un trasfondo que le hace ser distinto a otro: un presidente ilustre, un jugador peculiar por su historia de vida o por su trascendencia, unos orígenes exóticos...Pero es cierto que unos nos parecen más entrañables, estimulan nuestro interés en mayor medida, por el aura que destilan y por lo raro de su naturaleza.

Ese es sin duda el caso de un conjunto alemán que ni se encuentra entre los más laureados de su país, ni ha acogido nunca a futbolistas de gran nivel, ni cuenta con una estructura especialmente relevante. La ciudad de Hamburgo, una de las capitales financieras de Alemania (junto con Frankfurt), acoge en su barrio pesquero a un humilde equipo de pocos recursos, el Sankt Pauli. 




Hasta los años '80, el St. Pauli fue un club sin mayor incidencia dentro del fútbol alemán que la de un equipo mediocre a nivel deportivo (disputando un par de ediciones de la Bundesliga, pero más presente en categorías inferiores y regionales que en la élite del fútbol alemán). A partir de esa década, el Sankt Pauli decidió coger otros derroteros y se reinventó como 'club de Culto'. El club decidió cambiar su ubicación al muelle de Sankt Pauli, cerca del 'Reeperbahn', centro del ocio nocturno de la ciudad, y del barrio chino. Allí se empapó de la diversidad cultural y del libertinaje de sus gentes y poco a poco fue adoptando una ideología de extrema izquierda; se transformó en el club de los intelectuales, de los ideales más cercanos al comunismo, el anarquismo y el socialismo.

El club fue ganando fama a nivel nacional y pronto se convirtió en uno de los conjuntos con más seguidores y simpatizantes no sólo en Alemania, sino también entre las aficiones de izquierdas de los clubes europeos. El humilde, gris y nauseabundo barrio del puerto de Hamburgo, donde se hospedaban los trabajadores de la zona, alejado de las zonas más prósperas y ricas de la ciudad, formando una especie de gueto dentro de la 'Gross urbe'. A nivel deportivo el equipo tampoco registró un cambio muy sustancial, pero la masa social no dejaba de crecer y el nombre 'Sankt Pauli' cada vez era más conocido y gentes de todo el mundo se acercaban curiosas para comprobar in situ la extravagante historia de ese equipo de las prostitutas, los comunistas y los'apestados', por decirlo vulgarmente, de la sociedad 'hamburguesa' (suena a broma, pero deduzco que éste debe ser el gentilicio correspondiente...).



Ahora vagando por la Bundesliga 2, hace un par de temporadas pudimos disfrutar de la magia del Millerntor-Stadion en la élite del campeonato alemán; el 'Hell's Bells' de AC/DC, que suena para dar la bienvenida a los equipos cuando saltan al terreno de juego para calentar, el símbolo pirata en los banderines de córner y el ambiente infernal que se respira en las gradas hicieron que los Bayern München, Bayer Leverkusen o Borussia Dortmund vivieran un desplazamiento verdaderamente surrealista a lo largo de la temporada 2010-11.

La ideología marcadamente antifascista y antirracista que se respira en el santuario del Sankt Pauli también ha provocado enfrentamientos contra reductos de aficionados de tendencia neonazi (el Hansa Rostock, por ejemplo, siempre se había caracterizado por ser uno de los enemigos públicos de la hinchada del club de Hamburgo por la ideología fascista de una parte de su hinchada, pero los dirigentes del equipo del norte del país neutralizaron a este grupo minoritario violento). Capítulo aparte merece el Hamburgo, cuyo estadio se encuentra en las afueras de la ciudad, por lo que siempre ha existido el rumor burlón que el Sankt Pauli era realmente 'el único' equipo de la urbe alemana. Además, el HSV cuenta también con una facción de extrema derecha entre sus aficionados, por lo que la rivalidad entre los dos equipos es de alta tensión.



Otro de los aspectos que convierten a este club en algo distinto dentro del mundo del fútbol es el hecho de que su último presidente, y una de las cabezas visibles del Sankt Pauli, Corny Littman, es homosexual reconocido; el equipo tiene el mayor número de admiradoras del mundo (de hecho, en las gradas del Millerntor-Stadion se pueden ver casi a más mujeres que hombres). Además del retrueno del famoso tema de AC/DC cuando el equipo salta a calentar, después de cada gol suena a toda pastilla dentro del estadio otro mítico 'hit' del grupo Blur: 'Song 2'.

La masa social del Sankt Pauli se estima en unos 11 millones de aficionados repartidos por todo el mundo y en la Bundesliga 2 cuenta con la mayor asistencia de público de todos los equipos participantes (suele registrar un lleno absoluto (25.000 gargantas). Hay mil historias que contar de este entrañable club (no sólo de fútbol, puesto que también cuenta, por ejemplo, con un equipo de rugby femenino, que ha conseguido alzarse hasta seis veces con el cetro de campeón en la máxima competición alemana de este deporte), pero no podemos contarlas todas (las sabidas, mil más habrá que desconozcamos): finalizaremos con una curiosa y bonita iniciativa que promovió hace unos años.



El Sankt Pauli organizó el verano de 2006, coincidiendo con la disputa del Mundial de Alemania, un torneo alternativo al que invitó a un grupo de selecciones nacionales no reconocidas por la FIFA; Zanzívar, Groenlandia, la República Turca del norte de Chipre, Gibraltar o el Tibet. Como anitrión, el equipo local jugó bajo el nombre de República de Sankt Pauli, aunque con los mismos colores míticos (marrón-ocre y negro) de la camiseta del equipo. El FIFI Wild Cup, como fue bautizada, fue un precioso reconocimiento a estas selecciones 'olvidadas'.



El 'Freudenhaus der Lliga', o 'Burdel de la Liga', como es conocido simpáticamente el club en Alemania, esconde multitud de rarezas, historias personales, intrigas, pero sobre todo emana unión, respeto y tolerancia por las ideas y la forma de pensar de todos y cada uno de los que forman esta entrañable institución.

This is Sankt Pauli Republik!!




miércoles, 16 de enero de 2013

El 'Hombre de las Cavernas', 'Hulk' o el 'Animal'

El rugby es un deporte que siempre me ha fascinado, pero al que he solido ver desde la distancia y a cuentagotas debido a las dificultades que siempre me ha parecido que entraña su reglamento y a la barrera que forma su 'jerga', con sus 'melés', sus 'touches', sus 'rucks', sus 'drops' y un interminable etcétera. Supongo que mi pensamiento siempre se dirigía hacia el hecho de que es el típico deporte que tienes que haberlo seguido y vivido desde chico, con una larga temporada de antelación para poder comprenderlo.

Pero eso no ha quitado que me haya empapado de su espectacular ambiente, del embriagador clima que se respira en los Mundiales y en el VI Naciones, lo que representa para los países y para sus conciudadanos hacer un buen papel y estar a la altura. También me han llamado la atención ciertos personajes, los que más trascendían en los medios, del rugby de mi época y que han hecho historia con sus selecciones. Caso de Felipe Contepomi con Argentina, Jonny Wilkinson con Inglaterra, Jonah Lomu con Nueva Zelanda...Pero hay uno por encima de todos del que siempre me ha gustado saber, el antihéroe, el 'bad boy', el Balotelli, Cantona o Gattusso del deporte del oval. Ese es Sebastien Chabal. Cuenta la leyenda que este 'tercera línea' francés es capaz de intimidar a sus rivales con tan sólo mirarlos directamente a los ojos. Dicen aquellos que han compartido terreno de juego con él, y eso también lo puede corroborar cualquier aficionado habitual o eventual al rugby, que cuando va a disputar un balón, cuando se dispone a realizar un 'tackle' o placaje, lo hace como si fuera a ser el último, con una agresividad y dureza fuera de lo normal.




Pero este jugador nacido en Valence también es conocido por su temperamento fuera de los terrenos de juego. Considerado como un personaje excéntrico, en su Francia natal es una referencia, uno de los ídolos de la afición, que lo ha apodado como 'Le Homme des Cavernes' o el 'Hombre de las Cavernas', por su aspecto desaliñado, sus greñas desarrapadas y su composición brutal. 'Hulk', el 'Animal' o 'Atila', en alusión al rey de los Hunos, son otros de los 'simpáticos' calificativos que le ha otorgado el mundo del rugby.



Sebastien empezó su carrera en el Club Sportif Bourgoin-Jallieu y posteriormente se marchó a la potente liga inglesa, de la mano de los Sharks de Sale. Allí tocó la gloria ganando la European Challenge Cup (una especie de Champions League a nivel de rugby) y la Liga Nacional el año 2006. En 2009, ya con 32 años, fichó por la hasta ahora penúltima experiencia de su carrera a nivel de clubes, el Racing Métro 92. Tras numerosos rifirrafes con su entrenador y después de protagonizar algunos escándalos fuera y dentro de los terrenos de juego, entre los cuales se encuentran unas incendiarias declaraciones contra el colectivo arbitral que le costaron 30 días de sanción y perderse las semifinales de la Liga Francesa contra el Montpellier, el máximo hito que alcanzó el equipo durante su estancia. Esta temporada se incorporó a las filas del LOU Rugby de Lyon, con 35 años, y ha manifestado en más de una ocasión su intención de abandonar el rugby. Tras quedar fuera de la convocatoria con Francia para el Mundial de Nueva Zelanda de 2011, al tercera línea galo le arrebataron por lo que más ha luchado en su carrera. Sebastien, capitán del 'quince del gallo' durante más de siete años, alzándose en dos ocasiones con el legendario e histórico torneo del VI Naciones.




'Le Homme des Cavernes', que cuenta con su propia estatua de cera en el prestigioso Museo Grévin de París (es el tercer jugador de rugby en toda la historia en gozar de esta distinción-Adolphe Jaureguy (1920) y Lucien Mias (1960)), protagonizó el año 2009 una sonora pelea con el jugador de la selección italiana de rugby Marco Castrogiovanni. Según contaron las fuentes presentes en el pub de Roma donde las dos selecciones disfrutaban del tradicional 3er tiempo tras enfrentarse entre sí, el 'Animal', en un alarmante estado de embriaguez, molestó a la novia de Castrogiovanni en diversas ocasiones; cuando el italiano se acercó para defenderla, Chabal le asestó un puñetazo y tuvieron que separarle entre sus propios compañeros y los rivales italianos. Chabal reconoció haber pedido perdón al transalpino unos días después, avergonzado por el revuelo que había causado.



Durante una década el favorito de la hinchada francesa y dejando un sello imborrable en la ciudad de Sale y en la Liga Inglesa en general, el mundo del rugby podría llorar este año la decadencia y la retirada de uno de los símbolos de este deporte en los últimos tiempos. A bientôt Sebastien!

Os dejo un pequeño aperitivo de lo que es cruzarte con el bueno de Chabal dentro de un terreno de juego...


viernes, 11 de enero de 2013

Cuando Elland Road se convirtió en el escenario de un cuento...

Me apetecía recordar algún equipo mítico inglés. Por la cabeza se me han venido a la mente (dentro de la precocidad de mi aún joven andadura en la vida) los Nottingham Forest, los Wimbledon o Sheffield Wednesday, pero de pronto he echado un vistazo a la plantilla de aquel maravilloso Leeds de principios de los 2000 y he sentido debilidad por profundizar un poco más en la historia de un equipo comandado por un entrenador legendario en la Premier League, David O'Leary, posteriormente relegado por otra figura histórica en Inglaterra, Terry Venables.

Pero sería injusto otorgarle todo el mérito a O'Leary y Venables, cuando el escocés George Graham consiguió la primera gran machada para los 'Whites' colocando al equipo quinto clasificado en la temporada 1997-98 y brindando la posibilidad de devolver al Leeds a competiciones continentales por segunda vez desde que perdiera más de 20 años atrás la final de la Copa de Europa frente al gran Bayern de Gerd Müller, Beckenbauer y compañía (ese Leeds daría para otra extensa entrada, pero siempre es más difícil escribir sobre un equipo al que ni tan si quiera pudiste ver jugar).

Pero en el crecimiento del Leeds de Graham influyó, y en gran medida, el aterrizaje de un delantero hasta entonces desconocido, nacido en Surinam pero de nacionalidad holandesa: Jimmy Floyd Hasselbaink. Había despuntado con el Boavista en el campeonato portugués, pero poco más se sabía de él. Bien pronto se encargó de encumbrar su nombre como una de las figuras de la Premier League. Marcó 42 goles en 84 apariciones con el conjunto del centro de Inglaterra, fue máximo goleador de la Premier en la campaña 1997-98 y fue el artífice de la doble clasificación consecutiva del Leeds para la UEFA (5º y 4º, respectivamente).



Tras la marcha de Hasselbaink la temporada siguiente al Atlético de Madrid parecía oscurecer el futuro de los 'Whites', pero nada más lejos de la realidad, la llegada de una magnífica hornada de jóvenes jugadores devolvió rápidamente la ilusión a sus 'supporters'. Rio Ferdinand, Lee Bowyer, Alan Smith, los australianos Viduka y Kewell, el irlandés Ian Harte, una conjunción de prematuros y talentosos futbolistas se conjuntaron para bailar al unísono bajo la batuta de David O'Leary. La primera vuelta de la campaña 1999-2000 la finalizaron de forma inmaculada en primera posición. El entorno 'White' empezaba a creer en sumar la primera Premier League de su historia (en 1992 ganaron la última edición de la extinguida First Division), pero una nefasta segunda vuelta, en la que pesó sobremanera la inmadurez y la falta experiencia de la plantilla en los momentos decisivos, cambió el rumbo del equipo, que aún así pudo terminar tercero (a 22 puntos del campeón, el Manchester United, eso sí) y clasificarse para la Champions (no sin suspense, puesto que el Bradford venció en la última jornada contra todo pronóstico ante el Liverpool, rival directo del Leeds).



Esa edición de la Champions merece un párrafo aparte, una mención especial. Tras superar en la ronda preliminar a un débil Múnich 1860, el Leeds se vio ubicado en un durísimo grupo inicial, junto a Barcelona, Milan y Besiktas. Finalizó segundo, pese a empezar su andadura sufriendo un doloroso 4-0 en el Camp Nou. En la siguiente fase (entonces en formato de grupo también) consiguió terminar segundo tras el Real madrid y dejando en la cuneta a Anderlecht y Lazio. Uno de los equipos de moda, el Deportivo de la Coruña, les esperaba en cuartos de final. Pero en una noche antológica, que quedará siempre para el recuerdo en Elland Road, los 'Whites' se impusieron por 3-0 en la ida. Ian Harte, Alan Smith y Rio Ferdinand fueron los autores de los goles. 

En la vuelta, los tantos de Djalminha y Diego Tristán pusieron el miedo en el cuerpo del conjunto inglés, que aún así aguantó las embestidas de los gallegos y entró en los anales de la historia de la Champions clasificándose para su primera semifinal de Champions (que no de Copa de Europa). Enfrente otro conjunto español, el Valencia. Otra vez con el hándicap de jugar la ida en casa, donde no pasaron del empate a 0, sucumbieron ante el rugir de Mestalla (3-0), merced a los tantos de Juan Sánchez (2) y Mendieta. Ahí se terminaba un sueño, pero se iniciaba una camada de futbolistas que darían mucho que hablar con el balón los siguientes años...




¿Qué fue de cada uno de los integrantes de aquel equipo?

Rio Ferdinand (capitán): sigue en liza, capitaneando a otro legendario equipo inglés, el Manchester United, aunque a sus 34 años cada vez se deja ver menos en los terrenos de juego

Nigel Martyn: el guardameta inglés fue el cerrojo de los 'White' durante siete campañas. Con 46 años actualmente, se retiró en 2006 con el Everton.

Gary Kelly: el defensa irlandés es historia viva del Leeds, único conjunto para el que jugó (durante más de 15 años) y donde se retiró en 2007

Ian Harte: uno de los mejores laterales izquierdos que ha dado el fútbol británico, era una de las almas de ese Leeds. Goleador y clave a balón parado, sigue en activo a sus 35 años con el Reading. Tuvo un paso fugaz por el Levante.



Olivier Dacourt: este mediocentro de corte marcadamente defensivo pasó por la Roma y el Inter con éxito  y se retiró hace dos campañas en el Standard de Lieja

Jonathan Woodgate: destacó liderando la defensa de los 'Whites' junto a Ferdinand aunque tras su paso por el Madrid, después de lesionarse de gravedad, cayó en un pozo sin fondo. A sus 32 años, milita en el Middlesbrough, de la Championship.

Robbie Keane: el delantero irlandés es un clásico de la Premier de los últimos años. Instintivo como pocos y con gran olfato goleador, ha pasado por Inter, Celtic Tottenham...Hasta recalar en Los Ángeles Galaxy, donde vive a sus 32 años una especie de retiro dorado.

Mark Viduka: el gran ariete de ese equipo. Finalizador puro, se deshinchó completamente tras salir del leeds y terminó retirándose el 2009 tras finalizar su periplo con el Newcastle.



Harry Kewell: el otro australiano ilustre del equipo. Extremo izquierdo muy fino, de gran golpeo de zurda, pasó por Liverpool (con el que se alzó con la Champions League), Galatasaray y Melbourne. Actualmente es agente libre a sus 34 primaveras.

Lee Bowyer: centrocampista agresivo pero con mucha llegada (fue el máximo artillero del equipo en aquella edición de la Champions con cinco goles), pasó por Newcastle, West Ham o Birmingham, entre otros y también es agente libre actualmente.

Paul Robinson: más conocido en Inglaterra por sus sonoras cantadas que por sus habilidades bajo palos, ha pasado por Tottenham y Blackburn, donde aún sigue en activo a sus 33 años.

Alan Smith: seguramente, el jugador con más talento de aquella plantilla. Triunfó como segundo delantero en Leeds, pero tras su paso por el Manchester United, donde Ferguson prefería utilizarlo como mediapunta o incluso mediocentro, se ha ido diluyendo. Actualmente juega en el Milton Keynes Dones de la League One.

Danny Mills: cinco años ocupando el carril derecho del gran Leeds, lo pudimos ver luego en el Manchester City o Middlesbrough, entre otros, se retiró a la prematura edad de 32 años por culpa de una grave lesión.

Eirik Bakke: el toque nórdico del equipo, Bakke actuaba en el eje del medio del campo y aportaba un gran equilibrio al conjunto de O'Leary. Se retiró la temporada pasada tras jugar en la liga de su país, Noruega.

Dominic Matteo: central escocés muy duro, no tuvo una carrera demasiado prolífica aunque contaba bastante para O'Leary. Lo más destacable, el tanto que marcó ante el Milán en la fase de grupos de la Champions.

David Batty: encarnaba el espíritu del fútbol inglés. Duro como pocos, en ocasiones hasta agresivo, era el perro de presa de aquel Leeds. Esa era su segunda etapa en Elland Road, tras haber jugado ya siete años anteriormente. Aquella fue su última experiencia como futbolista.

Robbie Fowler: este controvertido delantero, auténtico trotamundos del fútbol, sólo permaneció tres temporadas en Leeds, aunque suficiente para dejar su sello. Nunca se ha asentado en ningún equipo y a sus 37 'tacos' deambula por la liga China.

        Salida del equipo en la vuelta de los cuartos de final de Champions en A Coruña