Hay historias que parecen estar diseñadas especialmente por un director cinematográfico para llevarlas a la gran pantalla. Pero es imposible que algo así pueda suceder, así que es apasionante llegar a creértelas, porque es que realmente son verídicas y eso le da un plus de intensidad y de entrañabilidad brutales.
Bernard James nació en Savannah, Georgia, un 7 de febrero de 1985 en el seno de una familia humilde, acostumbrada a cambiar constantemente de residencia debido a los quehaceres militares del padre de la familia. Una vez terminado el Instituto (High School), Bernard fue rechazado en todas las universidades a las que intentó matricularse y no pudo recibir ninguna beca ni concesión por parte del estado, así que se encontraba en una encrucijada sobre hacia dónde dirigir su futuro.
Con 17 años, y siguiendo la carrera militar que su padre le había inculcado desde pequeño, decidió alistarse a la US Air Force del ejército de los Estados Unidos. Cuando culminó su pertinente enseñanza, su primer destacamento fue Iraq, en pleno conflicto entre ambos países. Allí, Bernard fue destinado a vigilar miles de prisioneros de guerra en un tétrico lugar llamado 'Camp Bucca'.
Bernard James, como no, el más alto, en medio de la imagen
Allí es donde podríamos decir que empieza su relación con el mundo del básquet. Nada más llegar a Iraq, un supervisor llamado Erick Dumas, viendo su portentoso físico, le preguntó si alguna vez había jugado a baloncesto. "Le dije que no. Él me contestó: "Deberías". Y así fue como esa misma noche, en uno de los clásicos partidillos que se organizaban en el área de descanso, me puse a jugar. Después de hincharme a poner tapones, a coger rebotes y tras destrozar al otro equipo, todos me felicitaron y me dí cuenta de que aquello me gustaba de verdad", comentó James al portal 'hoopsworld.com'. James fue destinado posteriormente a Afganistán y Qatar.
Después de esos seis años como militar, este corpulento estadounidense vió una puerta abierta que no dejó escapar: tras participar en el All-Star US-Forces en Las Vegas, Leonard Hamilton, entrenador de la Universidad de Florida State, se acercó para ofrecerle la posibilidad de entrar en la universidad.
Al principio, James sólo aceptó esa oferta pensando en la posibilidad de obtener un título y hacer que sus padres estuvieran orgullosos, pero a medida que le cogía el gusto a la competición y al baloncesto en particular, decidió intentar llegar hasta lo más lejos posible. Y así fue como este verano, con 27 años de edad y convirtiéndose en el más veterano de las últimas dos décadas en hacerlo, formó parte del Draft para ser escogido por algún equipo de la NBA.
James, el día de su presentación como nuevo jugador de los Mavericks
El sueño (no desde niño, como la mayoría de jugadores drafteados, sino de tan sólo unos años atrás) se hacía realidad. "Este sólo es el siguiente paso. El trabajo no estará finalizado, esto tan sólo es el comienzo", afirma un Bernard James al que los años en el ejército le han aportado una dósis impagable de experiencia, disciplina y humildad.
Ahora mismo, podemos disfrutar de él si nos detenemos cualquier madrugada para ver un partido de los Dallas Mavericks.
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