Pues bien, dentro del gran aura que llegaron a formar los conjuntos italianos y que ahora se esfuerzan por volver a recuperar, me he detenido en la temporada 2002-03 y, más en concreto, en una de las plantillas más temibles y laureadas de la historia del fútbol italiano, la Juventus del legendario Marcello Lippi. Seguramente no es una plantilla que vaya a ser recordada por la estética de su juego ni por la permisividad y el 'fair play' de sus defensores, pero sí por su solidez, su efectividad y su juego colectivo.
Aquella temporada, Marcello consiguió mantener el bloque que se alzó la campaña anterior con el 'scudetto'. Eso significaba mantener como buque insignia a un ya suficientemente maduro Alessandro Del Piero (28 años), seguir contando con un semidesconocido centrocampista checo que había aterrizado el pasado curso en el equipo llamado Pavel Nedved, disfrutar otro año del ariete cada vez más consolidado David Trezeguet, complemento ideal de Del Piero, y de conservar a la infantería, verdadera pieza angular para Lippi, formada por los Zambrotta, Tudor, Iuliano, Davids, Pessotto, Buffon y un largo etcétera...
Los 'bianconeros' encaraban esa edición de la Champions después de caer con estrépito la campaña anterior en la segunda fase de grupos de la máxima competición continental y con el orgullo herido para intentar lavar la imagen en Europa (no en Serie A, donde afrontaban el curso como vigentes campeones). Encuadrados en un grupo no especialmente complicado, con la presencia de algunos conjuntos que sería impensable ver ahora disputar partidos de Champions (casos de Feyenoord y Newcastle), finalizaron primeros, destacando una sonora goleada conseguida en Delle Alpi por 5-0 ante el Dynamo Kíev, con doblete de Marco Di Vaio incluido. Por cierto, en aquel Newcastle, más allá del gran emblema Alan Shearer, jugaban otros jugadores míticos como el congoleño Lualua o el recientemente fallecido Gary Speed.
Después de ese 'trámite' inicial y marchando viento en popa a por el 'scudetto', los pupilos de Lippi quedaron encuadrados en un grupo cuanto menos exótico, junto con uno de los equipos de moda en Europa, el Deportivo de la Coruña de Fran, Naybet, Donato, Mauro Silva, Diego Tristán y compañía (capítulo aparte merece aquel mítico equipo, por cierto), un histórico como el Manchester United y una 'perita en dulce' (que luego resultó estar mucho más madura de lo que se esperaba), el Basilea. Los de Alex Ferguson no tuvieron demasiados problemas en imponerse como primeros de grupo, batiendo además a la Juve en ambos enfrentamientos (inclusive un doloroso 0-3 en Delle Alpi). Finalmente, los de Lippi consiguieron el pase gracias al 'goal average' después de un sorprendente triple empate con Basilea y Deportivo.
A partir de ahí el camino iba a ser aún más espinado...La eliminatoria de cuartos de final...Bueno esa seguro que no la han olvidado los aficionados culés! Tras el empate a uno en Delle Alpi, con gol crucial para el Barça de Saviola en los últimos compases del partido, igualando el tanto inicial de Montero, las cosas pintaban bastante mal para los 'bianconeros'. Obligados a marcar en la vuelta en el Camp Nou y transcurridos 50 minutos en los que el Barça estuvo rozando el gol en más de una ocasión, Pavel Nedved, en una magnífica acción personal con la defensa como mera espectadora, hacía subir el 0-1.
Los locales se rehicieron con un tanto de Xavi, gracias al cual forzaron la prórroga. Ese tiempo extra quedará siempre en la retina de los culés como uno de sus recuerdos más amargos, mientras que los 'tiffossi' turineses lo guardarán en VHS entre sus tesoros más preciados. Cuando todo el mundo pensaba ya en la lotería del punto fatídico, un centro perfecto y medido desde la derecha de Birindelli lo enviaba al fondo de las mallas uno de los verdugos oficiales de la historia barcelonista, el uruguayo Marcelo Zalayeta. Dejó helado al Camp Nou y a su equipo en semifinales.
La cosa se ponía muy seria. El rival, un Madrid plagado de estrellas, entre ellas un Zinedine Zidane que se veía las caras con el equipo en el que había maravillado y triunfado hacía dos temporadas. La ida se jugaba en Madrid. Ronaldo adelantó a los blancos, pero Trezeguet marcaba 'el tanto', el de la tranquilidad para Lippi, el que aseguraba vida para la vuelta en Turín. Aún así, el gol de Roberto Carlos dejaba a los capitalinos con una ligera ventaja.
En la vuelta, la Juve, obligada a marcar, salió decidida a por el objetivo: en el minuto 12 Trezeguet se adelantaba a Esteban Cambiasso tras cesión de Del Piero y hacía subir el primero en el marcador. Antes del descanso, Del Piero, después de una gran acción partiendo desde la izquierda, marcaba el segundo y obligaba a los blancos a marcar. El éxtasis no llegó hasta el 73', cuando Nedved enganchaba una volea marca de la casa para batir a Casillas y hacía estallar en júbilo a una abarrotada (creo que no he vuelto a ver Delle Alpi con ese aspecto) grada del feudo juventino. Zidane hacía el gol del honor en la que otrora había sido su casa para sellar el 3-1 definitivo.
En la final esperaba un Milan con una trayectoria cuanto menos curiosa en esa edición de la Champions. Los de Carlo Ancelotti habían accedido a la Liga de Campeones después de superar una agónica fase previa contra el Slovan Liberec, lo que dio aún mayor valor al desenlace de aquella noche en Old Trafford, inigualable escenario para levantar un título. No debemos olvidar el triple gustazo de aquella Champions para los 'rossoneri', que dejaron a su archirival ciudadano, el Inter, en la cuneta en semifinales, merced a un providencial gol de Shevchenko en la vuelta en el Giuseppe Meazza, que neutralizaba el de Obafemi Martins tras el 0-0 en la ida en San Siro.
Entrando de lleno en la final, poca cosa se puede exprimir de lo que se vivió a lo largo de los 90' reglamentarios y los 30 de tiempo extra. El 'catenaccio' prevaleció en Manchester aquella noche como protagonista único; pareció un duelo de conservadurismo Lippi-Ancelotti, de ajedrez, donde arriesgar y apostar fuerte no entraba en los planes de nadie. Y claro, eso conlleva jugarse el todo por el todo en una tanda de penalties, seguramente la manera más cruel e injusta de decidir quien se alza campeón después de 9 meses de competición y de sortear rivales, cada cual más duro y correoso.
Y ahí la suerte le dio la espalda a la Juventus. De cinco penas máximas, los de Lippi sólo fueron capaces de anotar dos. Por el bando milanista, que también erró dos, Shevchenko se vistió de héroe y marcó el definitivo, el que otorgaba la vitola de campeón al Milan y dejaba uno de los mayores sinsabores de su historia a la Juventus de Turín...Los turineses se tomaron su venganza en la Serie A, donde se impusieron con facilidad, pero el regusto agridulce con el que terminarían ese año perduraría hasta este misma temporada, alargándose ya la sequía de títulos europeos 18 años.
Los locales se rehicieron con un tanto de Xavi, gracias al cual forzaron la prórroga. Ese tiempo extra quedará siempre en la retina de los culés como uno de sus recuerdos más amargos, mientras que los 'tiffossi' turineses lo guardarán en VHS entre sus tesoros más preciados. Cuando todo el mundo pensaba ya en la lotería del punto fatídico, un centro perfecto y medido desde la derecha de Birindelli lo enviaba al fondo de las mallas uno de los verdugos oficiales de la historia barcelonista, el uruguayo Marcelo Zalayeta. Dejó helado al Camp Nou y a su equipo en semifinales.
La cosa se ponía muy seria. El rival, un Madrid plagado de estrellas, entre ellas un Zinedine Zidane que se veía las caras con el equipo en el que había maravillado y triunfado hacía dos temporadas. La ida se jugaba en Madrid. Ronaldo adelantó a los blancos, pero Trezeguet marcaba 'el tanto', el de la tranquilidad para Lippi, el que aseguraba vida para la vuelta en Turín. Aún así, el gol de Roberto Carlos dejaba a los capitalinos con una ligera ventaja.
En la vuelta, la Juve, obligada a marcar, salió decidida a por el objetivo: en el minuto 12 Trezeguet se adelantaba a Esteban Cambiasso tras cesión de Del Piero y hacía subir el primero en el marcador. Antes del descanso, Del Piero, después de una gran acción partiendo desde la izquierda, marcaba el segundo y obligaba a los blancos a marcar. El éxtasis no llegó hasta el 73', cuando Nedved enganchaba una volea marca de la casa para batir a Casillas y hacía estallar en júbilo a una abarrotada (creo que no he vuelto a ver Delle Alpi con ese aspecto) grada del feudo juventino. Zidane hacía el gol del honor en la que otrora había sido su casa para sellar el 3-1 definitivo.
En la final esperaba un Milan con una trayectoria cuanto menos curiosa en esa edición de la Champions. Los de Carlo Ancelotti habían accedido a la Liga de Campeones después de superar una agónica fase previa contra el Slovan Liberec, lo que dio aún mayor valor al desenlace de aquella noche en Old Trafford, inigualable escenario para levantar un título. No debemos olvidar el triple gustazo de aquella Champions para los 'rossoneri', que dejaron a su archirival ciudadano, el Inter, en la cuneta en semifinales, merced a un providencial gol de Shevchenko en la vuelta en el Giuseppe Meazza, que neutralizaba el de Obafemi Martins tras el 0-0 en la ida en San Siro.
Entrando de lleno en la final, poca cosa se puede exprimir de lo que se vivió a lo largo de los 90' reglamentarios y los 30 de tiempo extra. El 'catenaccio' prevaleció en Manchester aquella noche como protagonista único; pareció un duelo de conservadurismo Lippi-Ancelotti, de ajedrez, donde arriesgar y apostar fuerte no entraba en los planes de nadie. Y claro, eso conlleva jugarse el todo por el todo en una tanda de penalties, seguramente la manera más cruel e injusta de decidir quien se alza campeón después de 9 meses de competición y de sortear rivales, cada cual más duro y correoso.
Y ahí la suerte le dio la espalda a la Juventus. De cinco penas máximas, los de Lippi sólo fueron capaces de anotar dos. Por el bando milanista, que también erró dos, Shevchenko se vistió de héroe y marcó el definitivo, el que otorgaba la vitola de campeón al Milan y dejaba uno de los mayores sinsabores de su historia a la Juventus de Turín...Los turineses se tomaron su venganza en la Serie A, donde se impusieron con facilidad, pero el regusto agridulce con el que terminarían ese año perduraría hasta este misma temporada, alargándose ya la sequía de títulos europeos 18 años.
Ante lo poco que dieron de sí los 120' de juego, aquí tenéis como se dio el cruel desenlace en los penalties...Triunfó Dida, cayó Buffon (cosas extrañas que tiene esto del fútbol):
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