El año
1868 se abolía oficialmente la esclavitud en los Estados Unidos de América. Era
la primera medida de Abraham Lincoln como presidente tras el final de la Guerra
de Secesión: cuatro años de conflicto entre norte y sur, entre abolicionistas y
proesclavistas, que terminó con la victoria y la 'Unión' de ambos territorios
después de la declaración unilateral de independencia proclamada por los estados
del sur (confederados) antes de iniciarse una de las guerras civiles más
famosas de la historia moderna
el año 1861.
La
inmensa mayoría de los esclavos era de raza negra y trabajaba en plantaciones o
al servicio de sus amos; llamados comúnmente afroamericanos, aquella enmienda
número 13 que había añadido Lincoln en la Constitución de los Estados Unidos
significaba para muchos de ellos sentirse libres por primera vez en su vida.
Pero el contenido de aquella ley, que resaltaba la 'igualdad entre hombres y
razas' y la libertad absoluta para todos los ciudadanos del país, sin importar
su origen o procedencia, terminaría, a la postre, convirtiéndose únicamente en
una formalidad burocrática.
103
años después, más de un siglo transcurrido desde ese capítulo de la historia de
los Estados Unidos, en el Estadio Olímpico Universitario de la ciudad de México
DF el atleta estadounidense Tommie Smith alzaba el puño cubierto por un guante
negro mientras retronaba el The Star-Spangled Banner (himno
del país) en el graderío tras la entrega de la medalla de oro que lo acreditaba
como vencedor de la prueba de los 200m libres. A su lado, el también
norteamericano John Carlos levantaba su puño izquierdo, teñido también de color
carbón, formando una de las imágenes más famosas y recordadas de la historia de
los Juegos Olímpicos modernos.
Tommie
Smith nació y creció empapándose de la discriminación y la segregación racial a
la que estaba sometida la población de raza negra aun habiendo transcurrido más
de 100 años desde la abolición de la esclavitud y la declaración de igualdad.
Séptimo de 12 hermanos, Tommie vio como sus padres se deslomaban día sí día
también, de sol a sol, en una plantación de algodón en Texas, su lugar de nacimiento,
junto con cientos de hombres y mujeres afroamericanos más para poder dar de
comer a sus hijos. La única diferencia existente entre aquella estampa y la que
se hubiera vivido si viajáramos un siglo atrás en el tiempo era que ahora los
recolectores no recibían latigazos para aumentar la producción y que se ganaban
un pequeño jornal, que tampoco había provocado que su nivel de vida superara en
exceso al de antaño.
En el
marco de un país que proyectaba al mundo una imagen de modernidad, del 'sueño
americano', de ser un ejemplo en todos los ámbitos, no dejaba de ser
sorprendente que aún existieran locales de uso exclusivo para personas de raza
blanca, o que entraras en un restaurante y estuviera señalado con un cartel
dónde tenía que sentarse la gente de raza negra y dónde podía hacerlo la de
raza blanca. Pero algo estaba cambiando. La sumisión y el conformismo ya hacía
un tiempo que estaban dejando paso al sentimiento de repulsa y de rebelión. Los
afroamericanos presenciaban impertérritos como la Guerra del Vietnam se llevaba
a sus jóvenes a una muerte casi anunciada mientras en las calles continuaba la
segregación y se les seguía menospreciando.
El
joven Tommie Smith, que se había trasladado a California con su familia en
busca de un mejor porvenir lejos de la dureza y las condiciones de las
plantaciones texanas, no era ajeno a estos aires reivindicativos de cambio.
Estaba desarrollando un físico portentoso y muy pronto empezó a destacar en el
Instituto (o College, como le llaman los norteamericanos) en casi todas las
disciplinas del atletismo. Esa habilidad deportiva le permitió conseguir algo
que era poco menos que una utopía para un joven afroamericano de su condición:
acceder a la universidad.
El
periodo universitario fue el que cambió de verdad la forma de ver las cosas y
de involucrarse en ellas a Smith. En todas las universidades del país se
estaban cociendo programas de apoyo a la igualdad, de rechazo a la
discriminación racial, y los jóvenes, no sólo los afroamericanos, que eran pocos,
eran el pilar y el principal impulso de estos movimientos reivindicativos.
Además, las noticias sobre el 'apartheid' en Sudáfrica y la aparición de
personajes de peso dentro de la lucha contra la discriminación racial como
Malcolm X, que espoleó a la gente de raza negra a luchar por sus derechos, hicieron
que el clima se tornara cada vez más tenso.
Aceptado
en la Universidad de San José State, Tommie desarrolló aún más su físico
gracias a la preparación que ofrecía una de las universidades que contaba con
mayor número de promesas deportivas del país, sobre todo en el ámbito del
atletismo. Pero a la vez que Tommie definía su cuerpo para llegar a lo más
alto, en su interior también estaba desarrollando otro tipo de cambio. Se unió
a distintos movimientos antirracistas y decidió secundar el proyecto promovido
por el sociólogo Harry Edwards,
profesor de su universidad. Se trataba del Olympic Project for Human
Rights (OPHR) y se gestó con el objetivo de luchar contra la segregación
racial mediante el deporte.
Smith
apoyó el proyecto junto con otros deportistas de élite en ciernes de renombre.
Entre los más activos se encontraba Lewis Alcindor, que más adelante pasaría a
ser conocido como Kareem Abdul-Jabbar, tras su conversión al islam. Corría el
1967 y el OPHR se estaba planteando boicotear los Juegos Olímpicos del año
siguiente. Finalmente, una serie de circunstancias, entre las que se encontraba
la renuncia al cargo del reconocido racista y presidente del COI Avery
Brundage, hicieron que aparcaran esa idea.
Llegó
el mes de octubre de 1968 y con él los Juegos Olímpicos, que ese año se
disputaban en México DF. Tommie Smith era el gran favorito en la disciplina de
los 200 metros libres . Venció sin paliativos y pulverizando el récord del
mundo, siendo el segundo atleta en toda la historia en bajar de los 20 segundos.
El australiano Peter Norman finalizó segundo y su compañero y amigo John Carlos
lo hizo en el tercer cajón del podio. Carlos y Smith habían hecho una promesa
antes de la carrera y decidieron cumplirla,
aun sabiendo que su carrera deportiva podía terminar en ese mismo momento. Iban
a portar dos guantes negros como símbolo de la lucha antirracista del 'Black
Power' en el momento de recibir las medallas, luciendo el chándal de los
Estados Unidos y con el himno de las 'barras y estrellas' de fondo. Informaron
a Norman de lo que se disponían a hacer y éste, concienciado también con la segregación
existente en Australia, aceptó lucir el emblema de la OPHR en el pecho.
“Por mi
cabeza pasó desde no conseguir trabajo hasta la necesidad de decir algo porque
creía en ello. Puedes correr pero no esconderte, y todo eso es parte de lo que
creía entonces y todavía creo”. Estas fueran las palabras que utilizó Tommie
Smith para responder a la pregunta sobre qué pensaba mientras mantenía el puño
alzado en el podio. Con la mirada pegada en el suelo, conscientes del momento
histórico que estaban protagonizando, Carlos y Smith defendieron hasta las
últimas consecuencias sus ideales, conscientes mientras sonaba el himno
estadounidense de que probablemente sería la última vez que lo escucharían
encima de un podio.
Efectivamente,
se les crucificó. Fueron expulsados automáticamente de los Juegos por el COI,
que envió un ultimátum al equipo norteamericano. La sociedad norteamericana les
dio la espalda y se convirtieron en mártires para el colectivo afroamericano.
Con el tiempo, aún así, aquel oro olímpico de Tommie Smith sería reconocido
como uno de los momentos más especiales en esta relación eterna, inseparable,
entre deporte e igualdad; un saludo que quedaría para la posteridad.
Que conmovedor y que injusto
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