viernes, 25 de enero de 2013

Chris Copeland, de L'Hospitalet al parqué del Madison Square Garden

Hay historias que parecen estar destinadas a terminar dulcemente; también es cierto que representan un pequeñísimo porcentaje los cuentos de la vida real que acaban felizmente, mientras que la mayoría de los que se estrellan o finalizan en tragedia o, simplemente, sin pena ni gloria jamás llegarán a nuestros oídos. Es comprensible, puesto que las historias que venden, las que nos gusta escuchar, leer o sentir, son las que nos dejan un buen sabor de boca y en las que nos gustaría vernos reflejados, formando parte del reparto, concediéndonos la categoría de héroes, porque en nuestra imaginación el casting y la distribución de papeles los hacemos nosotros, sólo faltaría...

Nuestra 'ball-storie' de hoy, ya os lo puedo avanzar, termina bien (al menos hasta el momento en que se están escribiendo estas líneas, toquemos madera). Cómo no, partimos desde el país de las oportunidades, de las historias inverosímiles, de los sueños hechos realidad. Chris Copeland nació un 17 de marzo de 1984 en la ciudad de Orange, dentro del distrito de Nueva Jersey. Chris despuntó desde joven en el arte del baloncesto y recibió una beca para estudiar en la Universidad de Colorado (donde creció y se formó como jugador Chauncey Billups). Tras finalizar su periplo en la universidad, Copeland no hizo méritos suficientes (o así lo decidieron los organizadores del Draft) para formar parte de la distinguida elección de jugadores que tendrían acceso a poder jugar en la mejor liga de baloncesto del mundo la campaña 2007-08. Ese verano, el '4' estadounidense había empezado a jugar en la famosa Liga de Desarrollo (D-League), donde se foguean cientos de jugadores esperando ansiosos una oportunidad para poder demostrar su valía en la NBA. Después de jugar a lo largo del verano de 2007 para los Fort Worth Flyers (Texas), y tras comprobar que parecía del todo improbable que le lloviera del cielo una buena oferta, decidió dar el paso más duro para un jugador norteamericano: dar el salto a Europa.




La segunda parte de su ya no tan efímera carrera como baloncestista (recordemos que cuenta ya con 28 años de edad) se desarrolla en el otro lado de 'su' Atlántico. El CB Rosalía de Castro, equipo gallego que por aquel entonces militaba en la LEB oro (2ª categoría del baloncesto español), se hizo con sus servicios, pero a última hora el CB L'Hospitalet, conocido por contar con una de las canteras más prolíficas del básquet español, consiguió que se enrolara en sus filas. En L'Hospitalet dicen que nunca terminó de adaptarse y, de hecho, no duró ni una temporada con el conjunto barcelonés. Su próximo destino: el Matrixx Magixx de la ciudad de Nimega (Holanda). Después de esta exótica y desconocida (imposible conseguir datos de su paso por este extraño equipo de la primera división neerlandesa) experiencia, la carrera de Copeland pareció dar un vuelco que terminaría siendo imparable.

El Trier, un humilde club de la primera categoría alemana (Bundesliga) decidió entonces apostar por él. Allí empezó a desenvolverse con soltura y a cuajar su mejor nivel de juego. En las dos temporadas completas que pasó en Trier (según dicen, la ciudad más vieja de Alemania, fundada el año 16 antes de Cristo y fronteriza con Luxemburgo) promedió 15 puntos y casi cinco rebotes por partido. Eso hizo que el Generali Okapi Aalstar, uno de los conjuntos más laureados de la liga belga, se fijara en él para abanderar un proyecto a corto plazo. Y vaya si lo hizo el bueno de Chris: en las dos campañas que permaneció en el baloncesto belga, promedió casi 19 puntos y seis rebotes por partido y colaboró en gran medida para conseguir el que sería primer título de su carrera: la Copa de Bélgica.

La tercera y hasta ahora última fase de su crecimiento y asentamiento deportivo llegó este verano. Chris decidió foguearse y seguir entrenando duro de nuevo en la D-League (cinco años después de haberlo hecho por primera vez tras dejar la Universidad de Colorado). Esta vez sí fueron bien las cosas: Copeland ya no era aquel joven inmaduro de Nueva Jersey, la experiencia en Europa le había aportado mucho más equilibrio y serenidad y ahora no iba a desaprovecharlo. Promediando 13,8 puntos (máximo del equipo) en apenas 22 minutos de juego, los Knicks decidieron invitarlo a entrenarse con el equipo y a hacer la pretemporada. Promedió 15 puntos por encuentro a lo largo de los partidos de preparación (inclusive una antológica actuación frente a los Celtics, a los que endosó 34 puntos). Sus actuaciones convencieron a Mike Woodson, que decidió otorgarle la 15ª y última ficha que podía dar de alta el equipo.


Pese a tener 28 años, Copeland no se libró de las típicas novatadas que reciben los 'rookies'

Su corta trayectoria hasta ahora en la NBA no podría ir mejor. Promedia casi siete puntos por partido, consiguió meterle 29 puntos a Houston en un partido y ya ha salido en el quinteto titular en más de una ocasión, aprovechando la baja eventual de Carmelo Anthony. En Nueva York ya se hacen eco de la eclosión de este desconocido baloncestista de Nueva Jersey (http://www.ibtimes.com/sportsnet/new-york-knicks-news-after-jeremy-lin-steve-novaks-emergence-chris-copeland-may-be-knicks). Además, en la prensa de la Gran Manzana empiezan a cuestionar si el 'cañonero' Steve Novak debería ir por delante de él en las rotaciones, puesto que, según anuncian distintos portales norteamericanos, "no sólo aporta tiro exterior, sino que defiende con intensidad, rebotea y entra con decisión a canasta".



En cualquier caso, la de Copeland es otra historia llena de baches, de desencantos, de tener que desviarse del camino 'triunfal' obligado por las circunstancias para poder volver, aunque sea por la puerta de atrás, y recibir el reconocimiento que merece el enorme esfuerzo y sacrificio realizados...



Y, como siempre, ahí va el vídeo de la carta de presentación de Chris en la mejor liga de baloncesto del mundo!!


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